
Me escuece el alma de pensarte
porque eres como el agua oxigenada a un derrape ciclista en la rodilla.
(recuerdos espumosos y picantes)
Me escueces sonoramente, me picas
y sé que si te rasco
[en un acto de no poder soportarlo más, y desesperada caída al dulce alivio]
no te curarás
porque la postilla del olvido
seguirá alerta.
Tan sólo aspiro
a que pases a ser cicatriz en la piel bombardeada.
Algún buen día...
Oh, está bien, la metáfora.
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