martes, 29 de septiembre de 2009

Tregua y Vestigios.



NACIMIENTO.

Surgió con la ansiedad que provocan las ganas de sentir. Sentir algo: que no estaban muertos, estrangulados a manos de la rutina mecánica, o vaya usted a saber...


MUERTE.


El coche subió la colina. Tantas noches se sentían reyes con la ciudad entre sus manos, y ese sentimiento de grandeza profundo, recíproco, único.

Ahora pensaban cómo seguir siendo gente normal, cada uno con su vida.
Se tomaron su tiempo, él dijo: cuando estés lista, vuelve.
Volvió; ojos rojos, ronca, cordones desatados...
Hubo un abrazo, el último, que desgarraba a cada minuto con la certeza de que, ciertamente, sería el último.

El coche bajó... Y volvieron a ser dos personas, en la misma ciudad.




CENIZAS.

Dio una calada, intensa, como las ganas de comerse el mundo; como el ansia de sentirse libre.

Después, una pequeña.

Una eternidad.

Difuminó el humo boqueando, con una lentitud digna de tortuga, tal como el malo en sus películas: un momento mágico; achina los ojos y pone cara de pena.

Mientras, observaba entre sus dedos cómo el tiempo lo convertía todo en ceniza.

-Esto es lo que MÁS se parece a estar enamorado. - Dijo, y pasó el amor, lo compartió, con otros pulmones tristes.

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