jueves, 31 de diciembre de 2009

¡FELIZ 2010!






¡Un abrazo fuerte!

martes, 29 de diciembre de 2009

Esto no es poético.

Hoy una niña que estaba sentaba a mi lado en el autobús, me sonrió. Y de verdad que fue un momento feliz. Un regalo puro y sincero. Qué bueno...

Si ya sentí el dolor invadiendo mi cuerpo en sacudidas.
Si ya sentí ese abrazo mortal del vacío que te aprieta fuerte.
¿De qué me preocupo ahora?
Ya sé que estoy sola, que sólo dispongo de mi cuerpo, mi palabra y mis huevos para combatir la vida, o disfrutarla (dependiendo del día). Son mi mayor tesoro. Son reales.
Si ya me enfrenté a ese precipicio de noches largas
agarrada a la almohada
llorando tan desconsolada, agonía atragantada en la garganta
¿De qué me preocupo?
Ya sé que estamos solos (aún en pareja)
Sí, ya sentí ese dolor muy adentro, ese dolor primitivo y ancestral
Entonces,
¿a qué tengo miedo?
Sigo teniendo miedo porque, la certeza de que estoy sola (estamos solos, al final) me da más vértigo aún.
Saber que estoy sola debería de haber liberado mi mente,
hacerme más fuerte,
más consciente de esta vida que es sólo mía.
Pero sigo con el miedo agarrado a los pulmones.
Eso me preocupa.

Fuerte e independiente...
todas estas noches perras deberían haberme servido de algo. De algo más que de quitarme el sueño,
y pintar ojeras grandes debajo de mis ojos
palidecer mi cara
avinagrar mi carácter
nublar los ojos, atormentar falseando sonrisas.
Debería estar serena, teniendo esta certeza.

Supongo que a todos nos llega este momento religioso
de conciencia plena de uno mismo,
y nadie más.
Uno, consigo mismo. Y nadie más.

Ya no hay princesas ni principitos.
Nadie esperando al final del camino.
Aprender a dar cada paso, como si fuera el último. Uno, consigo mismo. Y nada más.
Vivir esperando a que este vacío se llene por arte de magia es perder la vida y el tiempo. No va a pasar.
Aprender y aceptar este hecho.
Pero sigo teniendo miedo.

Otra cosa que me asusta es: ¿por qué la gente se avergüenza de reconocerlo? Este sufrimiento tan humano y natural.

Na, pero... echémosle la culpa de todo esto a las hormonas adolescentoides. Será mejor...será...lo más cómodo.


[Me desconcierta profundamente confesarme con el monitor del ordenador.]

miércoles, 16 de diciembre de 2009

un 27 de diciembre


Me escuece el alma de pensarte
porque eres como el agua oxigenada a un derrape ciclista en la rodilla.
(recuerdos espumosos y picantes)


Me escueces sonoramente, me picas
y sé que si te rasco
[en un acto de no poder soportarlo más, y desesperada caída al dulce alivio]
no te curarás
porque la postilla del olvido
seguirá alerta.

Tan sólo aspiro
a que pases a ser cicatriz en la piel bombardeada.

Algún buen día...

domingo, 6 de diciembre de 2009

jueves, 3 de diciembre de 2009

Un color rojo me muerde las ganas.

Desparramaste elegantemente el humo de tus pulmones en mi cara, puliste mármol en la noche, y yo te pedí telepáticamente, que me dejases besar tus ideas, una a una, que veía pasar en forma de diapositivas por tus ojos, medio llorosos de frío invernal.
Casi, casi...

Casi te amé.
(Anoche, de puntillas)
[Para que no pudieses verme, sentirme, ni oírme]

La brisa de tu aliento (que aún conservo) entremezclada con el humo, caliente, mi nariz alerta para captar tu perfume y retenerlo, el aroma, algo, pero que fuese tuyo y de esa noche nada más.

Al abrazarte/arme/arnos como despedida, sentí tu cuerpo tiritando, intentando buscar el calor inalcanzable en el mío, deseando que fuese un abrazo eterno y fundirnos como el chocolate, dulcemente.
Pero las normas son las normas: debíamos irnos.
Acaricié tu espalda deseando que desaparecieran los abrigos que separaban tu piel de mi piel (bendita espalda), y, vi tus ojos entrelazándose con una sonrisa cómplice en los mios.

[¿Todo esto me lo imagino yo sola?]

Sentí unas inmensas ganas (y un vértigo de precipicio) de besarte.
Por segunda vez.



(Pero las normas son las normas...)